ISSN: 1130-2887 - eISSN: 2340-4396
DOI: https://doi.org/10.14201/alh.26741

Ausentes e inconstantes: paternidad y crisis del cuidado en Río de Janeiro

Absent and Inconsistent: Fatherhood and the Crisis of Care in Rio de Janeiro

Isadora Vianna Sento-Sé sentose.isadora@posgraduacao.uerj.br 1

1 Universidade do Estado do Rio de Janeiro

Envío: 2021-06-18

Aceptado: 2022-09-16

First View: 2023-03-29

Publicación: 2023-04-03

RESUMEN: Este artículo analiza tipos de paternidad a partir de las prácticas y valores de los hombres en Río de Janeiro. En esta perspectiva, este estudio analiza esos resultados, a la luz de las teorías sobre la crisis del cuidado, con base en las declaraciones sobre actividades de cuidado realizadas por hombres de bajos ingresos que viven en las favelas de Río de Janeiro. El método para definir los tipos de paternidad fue el análisis factorial, basado en la extracción de componentes principales y el análisis de conglomerados.

Palabras clave: paternidad; cuidados; masculinidad; género; división sexual del trabajo

ABSTRACT: This article analyzes types of fatherhood from the practices and values of men in Rio de Janeiro. From this perspective, this study analyzes these results in light of theories of the crisis of caregiving based on the statements about caregiving activities given by low-income men living in Rio de Janeiro’s favelas. The method for defining types of fatherhood was factor analysis, based on principal component extraction, and cluster analysis.

Keywords: fatherhood; caregiving; masculinity; gender; sexual division of labor

I. Introducción[1]

En el campo de la sociología, trabajo y familia eran, hasta hace pocas décadas, subdisciplinas. Mientras que el término «trabajo» nombraba únicamente actividades remuneradas, en general ejercidas por hombres, la esfera privada de la familia era vista como autónoma y regida por concepciones diferentes. La teoría feminista, sin embargo, promovió un cambio de paradigma al problematizar esta formulación con el argumento de que trabajo y familia están orgánicamente conectados y se relacionan al producir y reproducir jerarquías, diferencias y desigualdades de género (Hirata y Kergoat, 2007), centro de los estudios sobre la reproducción social del trabajo doméstico y del cuidado.

Lo que se ha llamado «crisis del cuidado» (crisis of care) por autoras feministas, como Amaia Pérez Orozco (2006), Arlie R. Hochschild (1995), Nancy Fraser (2016), Silvia Federici (2019), Helena Hirata (2015) y Flávia Biroli (2018), designa los debates en torno a los modelos de organización familiar que privatizan el trabajo de cuidados de niños, ancianos y enfermos, relegándolo a la esfera familiar. Así, hay una histórica falta de responsabilización del Estado por el cuidado de aquellos que lo necesitan, que se agrava con la creciente entrada de mujeres en la esfera pública, en el trabajo remunerado y en la política.

En este sentido, en las últimas décadas, algunos países de Europa han adoptado medidas no solo de provisión de guarderías y residencias de ancianos, sino también de estímulo a la mayor igualdad de género, buscando eliminar la penalización de la maternidad en el mercado laboral, incentivando la corresponsabilidad en el cuidado de sus hijos y en el mantenimiento de la casa. Una de las políticas más comunes es la concesión de baja parental a los hombres, lo que también favorece el regreso o el ingreso de la madre al mercado laboral formal, reduciendo los obstáculos a su carrera profesional (Landwerlin et al., 2020).

El modelo familiar tradicional, constituido por un hombre proveedor y una mujer cuidadora, no siempre es la regla en Brasil, en la medida en que contemplamos los cambios demográficos y estructurales ocurridos en las últimas décadas con el aumento de familias monoparentales, en las que la mujer es la proveedora, entre otras formaciones. Las familias monoparentales son aquellas que tienen la mujer, sin cónyuge, responsable de hijos. Ellas representan el 16,3 % de los arreglos familiares brasileños, siendo el 58,8 % de las jefas de familia mujeres negras y el 41,2 %, blancas, lo que destaca el marcador de «raza» de este tipo de arreglo[2].

En Brasil, según datos de la PNAD (2015), las mujeres dedican un promedio de 2,3 veces más horas a las tareas del hogar que los hombres. Esta diferencia disminuye a medida que aumenta el estrato de ingresos. Entre las personas con menor ingresos domiciliarios per cápita, la diferencia entre mujeres y hombres en el tiempo dedicado a las tareas del hogar tiende a ser mayor (entre las personas con ingresos de hasta ½ salario mínimo la diferencia es de 2,7). Para ingresos domiciliarios per cápita mayores, esta diferencia disminuye (entre las personas con ingreso domiciliario per cápita de más de cinco salarios mínimos la diferencia es de 1,6). Con relación al tiempo empleado en todos los trabajos remunerados por las mujeres, se verifica que las mujeres con mayores ingresos mensuales tienden a dedicar más horas semanales a todos los trabajos remunerados que las mujeres con menores ingresos.

Los hombres son, sin embargo, menos sensibles a la variación en el ingreso. Además, las mujeres cónyuges trabajan más que las mujeres jefas de familia, lo que indica que la presencia de una pareja implica mayor sobrecarga de trabajo. Ya entre hombres, los solteros tienden a dedicar más horas al trabajo doméstico que los casados, lo que también es un indicador de la división desigual entre hombres y mujeres en el trabajo doméstico.

Estos datos apuntan varias cuestiones que se discutirán más adelante en este artículo. La prevalencia de mujeres más ricas en actividades remuneradas y la homogeneidad de ingresos en las declaraciones de horas dedicadas al trabajo doméstico entre los hombres sugieren que el trabajo doméstico y de cuidado es una tarea de las mujeres, desempeñada por ellas mismas, cuando son más pobres, o desplazada de las mujeres ricas a las mujeres pobres, en un proceso de mercantilización del cuidado (Biroli, 2018). Además, el matrimonio figura como un óptimo negocio para los hombres, disminuyendo su tiempo de dedicación al trabajo doméstico, reducción acompañada del aumento del tiempo dedicado por las mujeres a las mismas tareas.

Estos datos corroboran la persistencia de prácticas y valores denunciados por las feministas que abordan la crisis del cuidado al evaluar la cuestión de los cuidados de niños, ancianos y personas con discapacidad en sociedades capitalistas. El aumento de mujeres en el mercado laboral remunerado y la reducción de políticas sociales serían algunos de los factores –pero no los únicos– que llevarían a una crisis social y estructural, caracterizada por la familización del cuidado que mercantiliza servicios, penaliza a las mujeres y precariza las condiciones de vida de los más pobres.

En este sentido, este artículo tiene como objetivo analizar las formas cómo los hombres cuidan a sus hijos para, a partir de ahí, crear «tipologías» de paternidad diseñadas con base en los datos del survey IMAGES, realizado por el Instituto Promundo[3] en la ciudad de Río de Janeiro en 2015, y a partir del análisis de respuestas referentes a valores de género y prácticas de cuidado de los hijos. Enseguida, se analizaron las respuestas de los hombres por grupos de
paternidad sobre cómo sus padres los cuidaron (o por una figura masculina). El objetivo era identificar los tipos de paternidades con base en prácticas de cuidados de los hijos y si los hombres que declararon compartir con sus parejas el trabajo de cuidado de sus hijos tuvieron alguna referencia masculina de cuidados.

II. Público y privado, crisis del cuidado y neoliberalismo en Brasil

Una de las principales nociones que permea el debate sobre la crisis del cuidado es la de la histórica división entre la esfera pública y la esfera privada. Esto porque los dominios en la vida doméstica (privada) y en la vida no doméstica (pública) son centrales no solamente para la reproducción social del cuidado, sino para el pensamiento occidental desde el siglo XVII (Okin, 2008).

Elshtain (1981) señala que la tendencia general es afirmar la primacía del mundo público, la esfera política, dominio de los hombres, en detrimento del mundo privado de la familia, tradicionalmente marcado por la predominancia femenina, dominada. Según la autora, estas esferas son asumidas como naturales e inherentes a las sociedades. Ella, sin embargo, señala las alternativas que politizan la esfera privada y privatizan el dominio público; la bifurcación entre estas dos esferas, para Elshtain, crea una noción de que el dominio privado es tratado como base necesaria para la vida pública, aunque sea una forma menos «digna» de la actividad humana. O sea, solo es posible un mundo público, del mercado y de la política, porque hay un mundo privado, socialmente delimitado.

Aunque hay cambios en la visión que celebra la maternidad, pero desmerece a las mujeres, esto no significa que haya un nuevo ideal de vida privada. Tanto la idea de familia como la división injusta del trabajo reproductivo sirven como herramientas políticas que alejan a la mujer del espacio público –considerado poco seguro para ellas–. A partir de ahí, Walby (1990) formula un enfoque del patriarcado que asimila la profundidad y el grado de interconexión y difusión entre las diferentes nociones de subordinación femenina, desplazando el locus exclusivo de la dominación patriarcal de la esfera privada a la pública. Ella propone, por lo tanto, la adopción de las ideas de «patriarcado privado» y «patriarcado público», postulando que, en el patriarcado público, las mujeres acceden a la esfera pública, pero ocupan una posición subalterna y la subordinación en la esfera privada se sostiene, aunque asuma nuevos contornos.

En este sentido, desde finales del siglo XX, se observa, principalmente en las sociedades occidentales, un debilitamiento de la visión clásica, condenando el cuidado a la esfera doméstica, particularmente, a las mujeres. Temas antes considerados privados pasan a ser objeto de demandas públicas, de movimientos sociales e investigación sociológica. Los estudios feministas, por lo tanto, fueron pioneros en el desarrollo de un nuevo vocabulario y en la reformulación del concepto de actividades domésticas, en bases diferentes de las hasta entonces consagradas por la sociología (Sorj, 2013). Estas actividades domésticas han adquirido estatus de trabajo y han ganado diferentes expresiones: «trabajo no pagado», «trabajo no remunerado», «trabajo reproductivo», etc.

La observación de este nuevo campo de interacción entre trabajo y familia posibilitó la formulación del término care, atribuido al trabajo relativo a las tareas ofrecidas a personas que no podrían ejecutarlas por sí mismas (Sorj, 2013). En este sentido, muchas investigaciones apuntan a la llamada doble jornada de las mujeres. Aunque la presencia de mujeres en el mercado laboral remunerado ha aumentado, esta tendencia no se ha visto acompañada de una reducción de la carga de trabajo reproductivo para la mayoría de ellas.

En esta misma línea, Hochschild (1995) identifica en la sociedad estadounidense una creciente crisis del cuidado, a partir de las nociones de déficit privado y público del cuidado. El déficit privado se personifica en la figura de las madres que no disponen de la ayuda de parejas o parientes para cuidar a sus hijos; el déficit público se constituye por los cortes del gobierno en servicios dirigidos a niños, ancianos y personas con discapacidad. Estos dos factores convergen y caracterizan el déficit del cuidado.

Hay para la autora cuatro posibilidades de salida: mantener a las mujeres dentro de la casa desempeñando la función de cuidar; librar a la sociedad de la imagen de madre relacionada con sus hijos (solución posmoderna); institucionalizar las formas de cuidado (solución fría-moderna), o aumentar la oferta de cuidados, lo que la autora considera más interesante (Hochschild, 1995). Ella llama a esta última solución «calurosa-moderna», en la que los cuidados no serían institucionalizados, sino compartidos entre hombres y mujeres. Este es el llamado «modelo de conciliación».

Ya la economista feminista española Amaia Pérez Orozco (2006) entiende la crisis del cuidado como un problema socioeconómico inmediato, que impacta a toda la población. Desde la perspectiva de «sostenibilidad de la vida», la autora dirige su análisis a proyectos de bienestar social y conciliación entre trabajo remunerado y vida familiar.

Según Orozco, la crisis del cuidado está marcada por la tensión entre mercado y sostenibilidad de la vida. El capitalismo patriarcal prioriza el primero, haciendo invisible todo el trabajo no monetizado, es decir, el trabajo doméstico y el trabajo del cuidado. Ella crea la alegoría del sistema económico en forma de un iceberg, donde en el tope están las aparentes cuestiones referentes al mercado y en la base está una parte mayor, las necesidades de vida, que sustentan todo el sistema (Orozco, 2006).

La autora también identifica un proceso de redistribución de los cuidados, que se da, sin embargo, por la transferencia del trabajo de cuidado entre mujeres, en función de ejes de poder: de mujeres ricas a pobres; de nativas a inmigrantes; de blancas a no blancas; de regiones ricas a regiones pobres, etc. Estas relaciones forman «cadenas mundiales de afecto y de la asistencia» (Orozco, 2006, p. 26). Por tanto, para Orozco, el modelo de conciliación niega el conflicto social, pues, en lugar de servicios públicos de calidad, se ofrecen soluciones privatizadas, resultando en lo que ella llama «perversión de las reivindicaciones feministas».

Ya Fraser (2016) afirma que las raíces de la actual crisis del cuidado están en la contradicción social inherente al capitalismo financierizado. Para que la producción capitalista se desarrollara, fueron necesarias determinadas condiciones sociorreproductivas que incorporaron órdenes normativos diferentes. Por lo tanto, las tensiones sobre el cuidado no son coincidencia; se basan en la estructura social, lo que indicaría, en palabras de la autora, «algo podrido» en la sociedad capitalista. La «crisis del descuidado» está caracterizada por la contradicción entre la centralidad que la reproducción social y el cuidado asumen en el proceso de desarrollo del capitalismo y el descuido de los Estados en invertir y fomentar políticas públicas. Para Fraser (2016), la dominación de género en las sociedades capitalistas tiene su raíz en la subordinación de la reproducción social a la producción que busca la ganancia. Esta visión converge con los estudios de Silvia Federici (2019), que enfatiza los contornos de la familia moderna para la acumulación primitiva en el desarrollo del capitalismo.

Fraser (2016) argumenta que la reproducción social es asolada por la reducción de la responsabilidad de los Estados con relación a los cuidados, que han privatizado el cuidado y lo han convertido en una mercancía para aquellos que pueden pagar. El resultado de esto sería, para ella, una gran crisis que va más allá de la cuestión del cuidado y afecta a toda la malla de la reproducción social, en un sentido más amplio, reorganizada entre aquellos que pueden pagar por el cuidado y los más pobres, que brindan los trabajos reproductivos a los más ricos. Este sentido expandido designa la tarea de promoción y mantenimiento de lazos sociales a la reproducción social. Sin ella, no es posible que exista ninguna organización social, económica, política y cultural. Tanto para Fraser (2016) como para Federici (2019), la reproducción social fue y sigue siendo una condición para la acumulación capitalista, a la vez que el capitalismo tiende a desestabilizarla.

Hirata (2015) complementa: «El ingreso de las mujeres al mercado laboral» se dio vía empleos más precarios y vulnerables en muchos países de Latinoamérica, Europa y Asia. Por tanto, para ella, el modelo de la conciliación no parece ser viable. Tampoco la delegación, que sobrepone la cuestión de género sobre los cuidados al desplazar el trabajo de mujeres ricas a mujeres pobres e inmigrantes, parece una buena solución. Ella señala la institucionalización y la creación de políticas públicas como una solución más adecuada.

Sobre el caso brasileño, Flávia Biroli (2018) destaca la desreglamentación del trabajo, que disminuye las garantías y la previsibilidad en la rutina de trabajadoras y trabajadores que caracteriza la actual fase desarrollo del capitalismo financiero. Las soluciones públicas se ven comprometidas por la limitación de recursos en las áreas de educación, salud y asistencia y de políticas y equipos de cuidado de calidad capaces de atender a las demandas existentes. Las soluciones de mercado son aquellas que quedan, pero se restringen a una pequeña parte de la población. Por eso, según ella, las presiones para que las familias asuman responsabilidades privadas sobre sus niños, ancianos y enfermos ganan fuerza en consonancia con el restablecimiento de un orden de género, que pretende producir «familias funcionales», responsabilizando a la mujer de las tareas en que hay ausencia del Estado.

En este contexto de intensa «familización» o «privatización» de los cuidados, es urgente reflexionar sobre las formas de distribución del trabajo reproductivo entre hombres y mujeres. A diferencia del trabajo productivo, contabilizado por salarios/horas trabajadas, el trabajo reproductivo es difícil de medir, lo que contribuye a su invisibilidad. En las secciones que siguen, se describirá el método de análisis de los datos, los resultados que discriminan los tipos de paternidad y cuánto los hombres entrevistados se vieron afectados por las actitudes de figuras masculinas relacionadas con las tareas domésticas y de cuidados.

III. Datos y metodología

La Encuesta Internacional sobre Hombres y Equidad de Género (IMAGES) buscó medir las prácticas y actitudes de hombres relacionadas con las normas de género, políticas de igualdad de género y dinámicas familiares y domésticas (Barker et al., 2011). En 2015, el Instituto Promundo realizó una encuesta en Río de Janeiro[4] con la aplicación de un cuestionario adaptado con enfoque en género, masculinidades y no violencia en contextos de violencia urbana (Taylor et al., 2016). Se realizaron 1.151 entrevistas domiciliarias[5] con personas entre 18 y 59 años. Es importante destacar que los domicilios seleccionados para el estudio eran de bajos ingresos, debido al objetivo original de identificar intersecciones de la masculinidad con la violencia en regiones donde las tasas de criminalidad son las más elevadas del
estado. Esto es importante porque no se trata de una muestra aleatoria, representativa
del total de la población de la ciudad de Río de Janeiro.

En este artículo, se analizaron las respuestas ofrecidas por los entrevistados del sexo masculino, que eran padres o padrastros de niños de hasta 12 años y que vivían en la misma residencia que ellos, tomando en cuenta que el objetivo aquí es dedicarse a la experiencia de paternidad. Por tanto, la muestra pasó a estar compuesta por 151 de los hombres entrevistados.

Con la intención de medir la percepción de los hombres sobre cuestiones de género y sobre el papel de la mujer en la sociedad, se desarrollaron tres índices utilizando Análisis de Componentes Principales (ACP). El ACP es un método empleado para la síntesis de datos[6]. Este procedimiento se basa en el supuesto de que las variables observadas se reúnen en factores a partir de su similitud entre sí, que se expresa por la covariación entre ellas[7].

A continuación, se analizan las preguntas que abordan la opinión de los hombres acerca de cuestiones de género y el análisis de comunalidad[8] para eliminar variables problemáticas. Para estas preguntas, los entrevistados podían responder con «totalmente de acuerdo», «parcialmente de acuerdo» o «en desacuerdo». Posteriormente, se analizan las cargas factoriales de cada variable con relación a los componentes principales extraídos (Cuadro 1).

Cuadro 1. Matriz de los coeficientes de los componentes principales

Factor

1

2

3

2.1 El trabajo más importante de la mujer es cuidar de la casa y cocinar para su familia.

0,681

0,4

-0,105

2.2 El hombre necesita más sexo que la mujer.

0,228

-0,231

-0,469

2.3 Los hombres no hablan sobre sexo con sus parejas, solo lo practican.

0,687

-0,393

0,074

2.4 Hay ocasiones en que la mujer merece que la golpeen.

0,478

0,514

-0,145

2.5 Cambiar pañales, bañar y alimentar a su hijo son responsabilidades solo de la madre.

0,776

0,086

-0,2

2.6 Es la mujer quien debe tomar las medidas para no quedarse embarazada.

0,651

-0,367

-0,016

2.7 Cuando hay que tomar decisiones en casa, es el hombre quien debe tener la última palabra.

0,677

0,202

0,239

2.8 El hombre siempre está dispuesto a tener relaciones sexuales.

0,559

-0,349

0,54

2.9 La mujer debe soportar la violencia del marido para mantener a la familia.

0,521

0,466

-0,309

2.10 Sería un atrevimiento que mi mujer me pidiera usar condón.

0,656

-0,268

0,133

2.11 El hombre y la mujer deben decidir juntos el tipo de anticonceptivo que van a usar.

-0,048

0,65

0,568

Fuente: Instituto Promundo, 2015. Elaboración propia.

En la matriz de los coeficientes de los componentes principales, se observan las cargas factoriales de cada variable y cuáles de ellas presentan las cargas más elevadas en los componentes extraídos. Así, es posible verificar cuáles variables se agregan en cada componente. Teniendo esta información, se identifican tres fatores:

Factor 1. Percepción del papel de la mujer en la sociedad: el índice «Percepción del papel de la mujer en la sociedad» se creó a partir de la agregación de respuestas a las preguntas sobre la visión de las relaciones entre hombres y mujeres. Este índice fue responsable de la covariación de las variables provenientes de las siguientes afirmaciones: «El trabajo más importante de la mujer es cuidar de la casa y cocinar para su familia», «Los hombres no hablan sobre sexo con sus parejas, solo lo practican», «Cambiar pañales, bañar y alimentar a su hijo son responsabilidades solo de la madre», «Es la mujer quien debe tomar las medidas para no quedar embarazada», «Cuando hay que tomar decisiones en casa, es el hombre quien debe tener la última palabra», «El hombre está siempre dispuesto a tener relaciones sexuales» y «Sería un atrevimiento que mi mujer me pidiera usar condón».

Factor 2. Percepción del hombre sobre la mujer: tiene relación con la forma como los hombres perciben la capacidad de la mujer de cambiar su situación y el lugar que ocupa dentro de la familia y de la sociedad. Este indicador estuvo compuesto por dos variables: «Hay ocasiones en que la mujer merece que la golpeen» y «El hombre y la mujer deben decidir juntos el tipo de anticonceptivo que van a usar».

Factor 3. Masculinidad hegemónica: estaba compuesto por solamente una variable. El entrevistado debe responder si está de acuerdo, está parcialmente de acuerdo o en desacuerdo con la siguiente afirmación: «El hombre necesita más sexo que la mujer».

Para los tres índices, cuanto más el factor tiende a números negativos, más conservadora es la declaración. Análogamente, cuanto más tiende al positivo, más «igualitarias» en términos de género son las declaraciones[9]. Después de estandarizados, los índices se comportan de la siguiente forma: cuanto más cercano a 0, más conservador es el hombre entrevistado y cuanto más cercano a 1, menos conservadora es su percepción. Se consideraron conservadoras las opiniones que muestran menos igualdad entre hombres y mujeres, así como las opiniones que retratan a los hombres como más sexualizados y a las mujeres como las principales responsables de tareas relacionadas con la familia.

Según Craig (2006), la participación de los hombres en los cuidados de los hijos está también marcada por valores de género. Los hombres son, generalmente, más propensos a involucrarse en actividades relacionadas con el entretenimiento y con la práctica de deportes que en cambiar pañales y hacer comida. Por lo tanto, las actividades relacionadas con el cuidado acaban siendo constantemente entendidas como un trabajo femenino, asociado a la afectividad y al espacio privado, de ahí la importancia de la creación de estos índices para el análisis.

Por lo tanto, para componer la técnica de análisis de clúster, se seleccionaron las variables: (i) edad de los entrevistados; (ii) tres índices creados a través de la ACP; (iii) variables relacionadas con la división de las tareas de cuidados de los hijos, y (iv) frecuencia con que los entrevistados las desempeñan. Luego se identificaron cuatro clústeres por el método jerárquico. Se cruzaron estos grupos con la frecuencia de cuidados de los hijos y con los tipos de cuidados generalmente realizados[10]. A partir de ahí, fue posible identificar estándares de paternidad.

IV. Resultados: cómo los hombres cuidan a sus hijos, tipos de paternidad, herencias de cuidados

Los índices creados a partir de las opiniones de los hombres, sumados a las respuestas dadas a las preguntas relacionadas con los cuidados de los hijos, ofrecen una perspectiva de cómo los hombres entrevistados se relacionan no solo con sus propios hijos, sino también con los demás miembros del ambiente familiar. Para las variables a continuación, los hombres podían responder, con relación a «¿Quién realiza las tareas de cuidado del hijo?»: «siempre usted», «normalmente usted», «en partes iguales, juntos» y «normalmente la pareja». Para simplificar el análisis, juntamos «siempre usted» con «normalmente usted» y «normalmente la pareja» con «siempre la pareja».

De los cuatro grupos identificados en el análisis de clúster descrito en la sección anterior, en dos, ninguno de los hombres declaró ser responsable exclusivo o permanente del cuidado diario de los niños. Los grupos quedaron, por lo tanto, categorizados de la siguiente forma: compartidores, inconstantes, coadyuvantes y ausentes.

El primer grupo de padres se refiere a aquellos que más respondieron «en partes iguales», cuando fueron preguntados sobre quién era el responsable de las actividades de cuidados enumeradas (Tabla 1). La distribución entre las respuestas posibles en este grupo fue preferentemente «en partes iguales»; seguido, en la mayoría de las preguntas, por «generalmente la pareja», y, por último, «generalmente yo». Fueron estos los hombres que demostraron participar más en las actividades de cuidados de los hijos. Además, en las preguntas relacionadas con la frecuencia con la que realizaban las tareas de cuidados, ellos generalmente respondían «Varias veces a la semana/todos los días» (Tabla 2). Esta categoría de padres fue clasificada como «compartidores», tomando en cuenta que ellos declaran dividir con las parejas los cuidados de sus hijos.

Tabla 1. Distribución de la opinión de los hombres padres o padrastros de niños hasta 12 años de edad que viven en la misma residencia sobre quién realiza actividades de cuidado según categorías de paternidad – Río de Janeiro, 2015

 

 

Compartidores

Inconstantes

Coadyuvantes

Ausentes

Total

Cuidados diarios de los niños

Siempre usted/normalmente usted

1

2

0

0

3

En partes iguales juntos

15

23

0

1

39

Normalmente la pareja/siempre la pareja

5

23

12

69

109

Total

21

48

12

70

151

Cuida a los niños cuando están enfermos

Siempre usted/normalmente usted

4

2

0

0

6

En partes iguales juntos

15

28

0

1

44

Normalmente la pareja/siempre la pareja

2

18

12

69

101

Total

21

48

12

70

151

Recoge a los niños en la escuela, guardería y jardín de infantes

Siempre usted/normalmente usted

4

4

12

0

20

En partes iguales juntos

9

29

0

8

46

Normalmente la pareja/siempre la pareja

8

15

0

62

85

Total

21

48

12

70

151

Lleva a los niños a actividades de entretenimiento

Siempre usted/normalmente usted

3

2

2

0

7

En partes iguales juntos

17

44

10

38

109

Normalmente la pareja/siempre la pareja

1

2

0

32

35

Total

21

48

12

70

151

Fuente: IMAGES, 2015. Instituto Promundo. Elaboración propia

Tabla 2. Distribución de la frecuencia con que los hombres padres o padrastros de niños hasta 12 años de edad que viven en la misma residencia realizan actividades de cuidado según categorías de paternidad – Río de Janeiro, 2015

 

 

Compartidores

Inconstantes

Coadyuvantes

Ausentes

Total

Cocina o prepara alimentos

Nunca/ocasionalmente

7

43

12

70

132

Varias veces/todos los días

14

5

0

0

19

Total

21

48

12

70

151

Juega con los niños

Nunca/ocasionalmente

1

13

5

40

59

Varias veces a la semana/todos los días

20

35

7

30

92

Total

21

48

12

70

151

Cambia pañales o ropas

Nunca/ocasionalmente

1

35

70

9

115

Varias veces a la semana/todos los días

20

13

0

3

36

Total

21

48

70

12

151

Baña a los niños

Nunca/ocasionalmente

0

41

70

10

121

Varias veces a la semana/todos los días

21

7

0

2

30

Total

21

48

70

12

151

Ayuda con la tarea escolar

Nunca/ocasionalmente

3

36

11

66

116

Varias veces a la semana/todos los días

18

12

1

4

35

Total

21

48

12

70

151

Fuente: IMAGES, 2015. Instituto Promundo. Elaboración propia

El segundo grupo analizado se comportó de forma semejante al primero, con algunas diferencias sutiles. Menos hombres respondían que eran los principales responsables de los cuidados de sus hijos y, pese a que el grupo presentara una alta tasa de hombres que respondieron que ellos y las parejas eran responsables de los cuidados «en partes iguales», la frecuencia de respuesta para «generalmente la pareja» era también alta (Tabla 1). Por tanto, además de presentar una tasa menor de hombres siendo los principales responsables de los cuidados de sus hijos, los diferenciales entre el número de ellos que respondieron que eran las parejas las principales responsables y aquellos que afirmaron dividir igualmente las tareas eran menores con relación al primer grupo. La pregunta con mayor número de hombres que respondieron «en partes iguales» fue sobre llevar a sus hijos a actividades de entretenimiento. Además, con relación a la frecuencia con la que ellos realizaban las actividades enumeradas, solamente «jugar» obtuvo un número de hombres que respondieron «Varias veces a la semana/todos los días» mayor que «nunca/casi nunca» (Tabla 2). Todas las otras actividades tuvieron una frecuencia mayor de respuesta para «nunca/casi nunca» de los hombres de este grupo. De esta forma, llamamos a este grupo «inconstantes», tomando en cuenta que estos hombres afirman ser partícipes en la vida de sus hijos, pero es probable que, aunque realicen actividades de cuidados, las realizan menos que sus parejas y de forma más volátil e inestable.

En el tercer grupo, en las preguntas sobre «Quién es el responsable de los cuidados diarios de los niños» y «Quién los cuida cuando están enfermos», todos respondieron que eran las parejas. Con relación a «Recoger y dejar a los niños en la escuela o guardería», todos respondieron que eran los responsables y para «Llevar a los niños a actividades de entretenimiento», la mayoría respondió realizar la tarea «en partes iguales» con sus parejas (Tabla 1). Con relación a «Jugar con sus hijos», la mayoría respondió hacer «Varias veces a la semana/todos los días», aunque la diferencia entre ellos y los que respondieron «nunca/casi nunca» fuera poca (Tabla 2). Sobre «Cocinar o preparar alimentos», todos afirmaron no hacer «nunca/casi nunca». Para «Cambiar pañales o ropas; bañar; realizar ejercicios al aire libre y ayudar con las tareas escolares», la mayoría expresiva respondió «nunca/casi nunca». De esta forma, este grupo de padres está compuesto por aquellos que realizan prioritariamente las actividades lúdicas con sus hijos. Mientras que las actividades relacionadas con el entretenimiento, prácticas de deportes o jugar son divididas igualmente o realizadas preferentemente por los hombres, las tareas de cuidado en el sentido más estricto parecen nunca ser realizadas por ellos. Este grupo fue denominado «coadyuvantes», tomando en cuenta que las tareas que exigen envolvimiento y un compromiso diario de tiempo y esfuerzo se ejecutan mayoritaria o exclusivamente por sus parejas u otras personas.

En el último, la mayoría expresiva de los padres declaró que eran las parejas las principales responsables de cuidados diarios, «Cuidar cuando el niño está enfermo» y «Llevar y recoger en la escuela o guardería». Un poco más de la mitad de los hombres declaró «Llevar a actividades de entretenimiento» en partes iguales con su pareja (Tabla 1). Este fue el único grupo en el que la mayoría de los hombres declaró «nunca o casi nunca» jugar con los niños, aunque la diferencia entre los que juegan y los que no juegan haya sido menor que en las otras actividades (Tabla 2). Todos los hombres de este grupo declararon «nunca o casi nunca» «Cocinar o preparar alimentos» y «Cambiar pañales o ropas y bañar». Además, una mayoría expresiva respondió «nunca o casi nunca» llevar a sus hijos a hacer ejercicios al aire libre y ayudar con sus tareas escolares. A este grupo de padres lo nombraron como «ausentes».

Los «compartidores» son tipos de padres que declaran dividir más las tareas con sus parejas y tener una participación más efectiva, en comparación con los otros en la crianza de sus hijos. Conforme al Gráfico 1, este tipo representa el 14 % del total de hombres entrevistados. Ya el grupo de los «inconstantes» corresponde al 32 % de los padres entrevistados. Con relación a la división con sus parejas, este último grupo fue el que tuvo la mayor tasa de declaración de división ecuánime. Sin embargo, cuando fueron cuestionados sobre la frecuencia con la que realizaban las actividades, la mayoría de ellos respondió «nunca o casi nunca» para todas ellas, a excepción de «Jugar con sus hijos». Esto indica que la división de los cuidados de los hijos no es tan igualitaria como ellos declararon en las preguntas anteriores. La participación de estos hombres oscila de acuerdo con la tarea y el grupo se distribuye entre aquellos que no realizan las tareas y aquellos que las realizan en partes iguales con sus parejas, con diferencias reducidas en comparación con el primer grupo. O sea, en este conjunto, las cantidades de hombres que declaran realizar las actividades «en partes iguales» y aquellos que declaran ser «generalmente la pareja» son muy cercanas, indicando que es un grupo bien dividido. La mayor variación es entre las responsabilidades y frecuencia y una tarea u otra. De esta forma, este grupo contempla los hombres en los que no es posible apoyarse.

El tercer grupo, los «coadyuvantes», está compuesto por hombres que realizan solamente las actividades recreativas. De hecho, este grupo se destaca en estas actividades, en las que muchas veces absolutamente todos los hombres respondieron que eran los principales responsables o que las realizaban varias veces a la semana o todos los días. Asimismo, para las actividades que exigen un mayor compromiso de tiempo y energía, así como una implicación con el niño, estos hombres respondieron, en su mayoría, que sus parejas eran las principales responsables y que nunca realizaban estas tareas. Este es el menor grupo de hombres entrevistados, que equivale al 8 % de los analizados (Gráfico 1).

Gráfico 1. Distribución de los hombres padres o padrastros de niños hasta 12 años de edad y que vivían en la misma residencia que ellos según categorías de paternidad – Río de Janeiro, 2015

Fuente: IMAGES, 2015. Instituto Promundo. Propia elaboración.

Es verdad que todos los hombres de todos los grupos tuvieron una tasa mayor de respuesta positiva con relación a la frecuencia con la que jugaban con sus hijos, pero solamente en este grupo las diferencias fueron tan altas. Los hombres dijeron, básicamente, que realizaban estas tareas y no realizaban ninguna otra. Aunque jugar exija una implicación con el niño, otras actividades también son catalizadoras para el desarrollo de intimidad entre padres e hijos. Por tanto, como en este grupo las madres parecen ser mucho más importantes en la educación y en el cuidado de los hijos, son ellas las protagonistas en la vida de los niños.

Finalmente, los «ausentes» son los hombres que ni siquiera se destacan por jugar con sus hijos. Esta pregunta sumada a «llevar al niño a una actividad de entretenimiento» fueron las que tuvieron mayor número de hombres de estos grupos que respondieron positivamente. Aun así, las respuestas positivas no superaron a las negativas, lo que nos hizo concluir que estos hombres no se dedican a la implicación emocional y al desarrollo de intimidad con sus hijos. En este grupo hubo la mayor concentración de hombres, como podemos verificar, correspondiendo al 46 % del total de hombres entrevistados. Esta distribución refuerza la hipótesis de que la principal/única cuidadora de los hijos es la madre.

Una encuesta realizada con parejas mostró que los padres más comprometidos son aquellos que, aun en el embarazo, atribuyen la misma importancia al trabajo remunerado, doméstico y de cuidado. Además, uno de los factores que contribuían a que no hubiera una división equitativa del trabajo reproductivo era el hecho de que la mujer tenía una jornada de trabajo más corta que la del hombre. Algunas parejas también, que afirmaban que la mujer tenía más habilidades con algunas tareas, acababan concentrando más actividades en las mujeres con la llegada de su primer hijo (Morales et al., 2015). Este estudio identificó que la división de tareas domésticas antes de la llegada del primer hijo es condición favorable, pero no suficiente si no acompaña condiciones de empleo de las mujeres.

Enseguida, se analizaron los grupos a partir de las prácticas de los hombres con quien los entrevistados vivieron hasta los 18 años. Este análisis se llama aquí «herencia del cuidado»; mide cuánto las actitudes de los padres influyen en las actitudes de los hombres cuando son adultos. La pregunta en el cuestionario es: «Hasta que cumplió los 18 años, ¿su padre u otro hombre con quien usted vivió hacía o no las actividades siguientes?». Las actividades enumeradas eran: «Preparaba comida»; «Limpiaba la casa»; «Lavaba la ropa», y «Cuidaba a usted, a sus hermanos y/o a sus hermanas». En cada opción, los entrevistados podían responder: «Nunca», «Hacía ocasionalmente», «Hacía siempre». En total, 121 hombres respondieron estas preguntas (Tabla 3).

Tabla 3. Herencia del cuidado

Pregunta

Frecuencia

Compartidores

Inconstantes

Ausentes

Coadyuvantes

Total

Pruebas

¿Con qué frecuencia su padre preparaba la comida?

Nunca

7 %

23 %

33 %

6 %

69 %

Prueba Chi-cuadrado = 31,768a

P-valor = ,000

Ocasionalmente

5 %

8 %

8 %

3 %

24 %

Siempre

5 %

1 %

2 %

0 %

8 %

Total

17 %

32 %

43 %

8 %

100 %

¿Con qué frecuencia su padre limpiaba la casa?

Nunca

7 %

22 %

37 %

7 %

73 %

Prueba Chi-cuadrado = 28,489a

P-valor = ,001

Ocasionalmente

4 %

7 %

5 %

1 %

17 %

Siempre

5 %

3 %

1 %

1 %

9 %

Total

16 %

32 %

43 %

8 %

100 %

¿Con qué frecuencia su padre lavaba la ropa?

Nunca

8 %

23 %

35 %

6 %

72 %

Prueba Chi-cuadrado = 24,002a

P-valor = ,004

Ocasionalmente

3 %

7 %

7 %

2 %

18 %

Siempre

5 %

3 %

2 %

1 %

10 %

Total

17 %

32 %

43 %

8 %

100 %

¿Con qué frecuencia su padre cuidaba a usted, a sus hermanos y/o a sus hermanas?

Nunca

7 %

16 %

27 %

3 %

53 %

Prueba Chi-cuadrado = 27,719a

P-valor = ,006

Ocasionalmente

6 %

12 %

13 %

2 %

33 %

Siempre

4 %

5 %

2 %

2 %

13 %

Total

17 %

33 %

42 %

7 %

100 %

Fuente: IMAGES, 2015. Instituto Promundo. Elaboración propia.

Los hombres del grupo de «compartidores» fueron los que respondieron haber observado con mayor frecuencia a sus padres ayudando en las tareas del hogar. Enseguida, el grupo que respondió positivamente a la mayoría de las preguntas fue el de «coadyuvantes», seguido de los «inconstantes» y, finalmente, los «ausentes».

Los «compartidores» fueron los que tuvieron el mayor porcentaje de respuestas positivas para «Preparaba comida», «Limpiaba la casa» y «Lavaba la ropa». Los «coadyuvantes» fueron los que tuvieron la mayor tasa comparativa de respuestas positivas para «Cuidaban a usted y a sus hermanos y/o hermanas». Además, este grupo fue el segundo en respuestas positivas para «Preparaba la comida» y «Lavaba la ropa». Por último, los entrevistados que respondieron que los padres ayudaban menos en las tareas domésticas fueron los «inconstantes» y los «ausentes». Los hombres de este último grupo respondieron, en su mayoría, que los padres no tenían la costumbre de realizar tareas domésticas en todas las preguntas. Esto corrobora las teorías que postulan que las actitudes de los hombres como padres afectan a sus hijos (Kato-Wallace et al., 2014).

Los «coadyuvantes» tuvieron experiencia en la niñez con padres más participativos que los «inconstantes», siendo el primer grupo aquel que realiza solamente las tareas lúdicas, pero presenta alguna consistencia de comportamiento. Aun así, ambas categorías son «intermedias» en el sentido de que no hay una gran distinción con relación al grado de compromiso, sino con relación al tipo y la frecuencia de actividades realizadas con sus hijos.

V. Paternidad, cuidados, herencia y la crisis del cuidado

Los cambios que las familias y el mercado laboral han experimentado en las últimas décadas influenciaron en la forma como las familias se han adaptado a los conflictos de las vidas pública y privada (Sorj et al., 2007). Las soluciones para estos conflictos se resumen en la sobrecarga de actividades y responsabilidades para las mujeres.

Los resultados encontrados en este artículo corroboran la tesis de que la histórica división sexual del trabajo y de las esferas pública y privada, el ingreso de las mujeres al mercado laboral, acompañado de la creciente precarización de los servicios públicos, marca del capitalismo financiero y neoliberal, sobrecargan a las mujeres. Aunque hayan conquistado espacios en la esfera pública, este avance no ha ido acompañado de un cambio de paradigma en la división del trabajo reproductivo y en la institucionalización del cuidado de aquellos que lo necesitan.

El análisis de los estándares de participación de los hombres en la vida de sus hijos hasta los 12 años de edad a partir de la constatación de tipos de cuidados desempeñados por cada grupo, así como por su frecuencia, y la presencia de ejemplos masculinos indicó que los hombres poco se involucran en las tareas de cuidado de los hijos y que sus prácticas son sensibles a su crianza. La mayoría de los hombres de la muestra se encaja en el perfil de los «ausentes», o sea, de aquellos que no desempeñan ninguna tarea de cuidado. Aun así, los «ausentes» sumados a los «inconstantes» y a los «coadyuvantes» representan casi el 86 % de los hombres entrevistados. Además, no se identificó un grupo en el que son los hombres los principales cuidadores de los hijos. Conviene mencionar que el análisis trata de una muestra muy homogénea y no fueron tendencias significativas determinadas por factores como escolaridad, color/raza y edad de los entrevistados. No se busca, por lo tanto, analizar quiénes son los padres que cuidan, sino cómo los padres cuidan a sus hijos.

En un contexto de precariedad de los servicios ofrecidos por el Estado, un modelo de organización social del cuidado posible sería la «conciliación». Sin embargo, este modelo no es posible sin que haya un mínimo de intervención estatal de incentivo a la paternidad, como licencias parentales[11], programas de salud pública y prenatal con hombres, entre otros. Aun así, es necesario pensar en iniciativas que despenalicen la maternidad.

La prevalencia de hombres «ausentes» e «inconstantes» corrobora la tesis de la crisis del cuidado. Con la escasez de políticas públicas y la no división del trabajo reproductivo, las mujeres tienden a acumular la llamada «doble jornada» de trabajo o a quedarse fuera del mercado laboral remunerado, o a ocupar posiciones subalternas, en trabajos informales, en los cuales no hay delimitación de carga horaria ni derechos laborales. Estos son puntos que fortalecen las propuestas analíticas de Hirata (2015) y Biroli (2018), esta última destaca la crisis democrática que Brasil enfrenta desde 2016, impactando directamente la calidad de vida, las posibilidades de empleo, los servicios públicos y el acceso a la alimentación, principalmente de mujeres más pobres. El análisis sobre la «herencia del cuidado» refuerza la idea de que los hombres reproducen los modelos de masculinidad y parentalidad que aprendieron durante la niñez y la adolescencia en sus propias familias, transfiriendo por generaciones las prácticas poco equitativas desde el punto de vista de género, colaborando a la «fisura» en el tejido social que marca la crisis del cuidado.

VI. Referencias

Barker, Gary et al. (2011). Evolving men. initial results from the International men and gender equality survey (IMAGES). ICRW.

Biroli, F. (2018). Reação conservadora, democracia e conhecimento. Revista de Antropologia, 61(1), 83-94. Disponible en: http://dx.doi.org/10.11606/2179-0892.ra.2018.145515

Craig, L. (2006). Does father care mean fathers share? A comparison of how mothers and fathers in intact families spend time with children. Gender & society, 20(2), 259-281.

Elshtain, J. B. (1981). Public man, private woman: Women in social and political thought. Princeton University Press.

Fraser, N. (2016). Contradictions of capital and care. New left review, 100. Disponible en: https://newleftreview.org/issues/ii100/articles/nancy-fraser-contradictions-of-capital-and-care

Federici, S. (2019). Calibã e a bruxa: mulheres, corpos e acumulação primitiva. Elefante.

Hair, Joseph F. et al. (2005). Análise multivariada de dados. Bookman.

Hirata, H. S. (2015). Mudanças e permanências nas desigualdades de gênero: divisão sexual do trabalho numa perspectiva comparativa. Friedrich Ebert Stiftung Brasil. Disponible en: https://library.fes.de/pdf-files/bueros/brasilien/12133.pdf

Hirata, H. y Kergoat, D. (2007). Novas configurações da divisão sexual do trabalho. Cadernos de pesquisa, 37, 595-609. Disponible en: https://doi.org/10.1590/S0100-15742007000300005

Hochschild, A. R. (1995). The culture of politics: Traditional, postmodern, cold-modern, and warm-modern ideals of care. Social Politics: International Studies in Gender, State & Society, 2(3), 331-346.

Kato-Wallace, J., Barker, G., Eads, M. y Levtov, R. (2014). Global pathways to men’s caregiving: Mixed methods findings from the International Men and Gender Equality Survey and the Men Who Care study. Global Public Health, 9(6), 706-722. Disponible en: https://doi.org/10.1080/17441692.2014.921829

Landwerlin, G. M., Balsas, P. R. y García, J. R. (2020). Permisos para el cuidado de niños destinados a los padres: evolución y sus efectos en la corresponsabilidad familiar. En Batthyány, K. Miradas latinoamericanas a los cuidados (pp. 159-186). Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.

Marcolino, C y Galastro, E. P. (2001). As visões feminina e masculina acerca da participação de mulheres e homens no planejamento familiar. Revista Latino-Americana de Enfermagem, 9, 77-82. Em: https://doi.org/10.1590/S0104-11692001000300012

Morales, P. A., Botía-Morillas, C. y Guerrero, T. J. (2015). «Es que los niños son de la madre»: narrativas de cinco parejas en su viaje hacia la maternidad y la paternidad. En Padres y madres corresponsables: una utopía real (pp. 219-270). Los Libros de la Catarata.

Okin, S. M. (2008). Gênero, o público e o privado. Revista estudos feministas, 16, 305-332. Disponible en: https://doi.org/10.1590/S0104-026X2008000200002

Pérez Orozco, A. (2021). Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico. Revista de Economía Crítica, 1(5), 8-37. Recuperado a partir de: https://revistaeconomiacritica.org/index.php/rec/article/view/388

Sorj, B. (2013). Arenas de cuidado nas interseções entre gênero e classe social no Brasil. Cadernos de pesquisa, 43(149), 478-491. Disponible en: https://doi.org/10.1590/S0100-15742013000200006

Sorj, B., Fontes, A. y Machado, D. C. (2007). Políticas e práticas de conciliação entre família e trabalho no Brasil: issues and policies in Brazil. Cadernos de pesquisa, 37, 573-594. Em: https://doi.org/10.1590/S0100-15742007000300004

Taylor, A. (2017). Isso aqui não é vida pra você: masculinidades e não violência no Rio de Janeiro, Brasil. Disponible en: https://promundoglobal.org/wp-content/uploads/2016/06/Images2016_PORT_Web_15JUN.pdf Walby, S. (1990). Theorizing patriarchy. Basil Blackwell.

[1]. Quiero agradecer a la Coordenação de Aperfeiçoamento Pessoal de Nível Superior (CAPES) su apoyo en el desarrollo de este trabajo, mediante la concesión de una beca.

[2]. Datos de la Encuesta Nacional por Muestra de Domicilios Continua, 2016. IBGE. Disponible en: https://www.ipea.gov.br/retrato/indicadores_chefia_familia.html . Accesso: 3 jul. 2022.

[3]. El Instituto Promundo es una organización sin fines de lucro, fundada en 1997, con foco en la prevención de la violencia y equidad de género a partir de las discusiones sobre masculinidad. El instituto realiza investigaciones con recortes internacionales, adaptando las metodologías a las realidades locales. Informaciones sobre la organización se pueden obtener en: https://promundo.org.br/sobre-o-promundo/. Acceso: 30 jun. 2022.

[4]. Este estudio pretendía discutir las intersecciones de masculinidad y violencia. Por tanto, se seleccionaron domicilios en regiones de altas tasas de criminalidad en Río de Janeiro, donde los niveles de ingresos son bajos. El informe referente al estudio se puede acceder en: https://promundoglobal.org/wp-content/uploads/2016/06/Images2016_PORT_Web_15JUN.pdf . Acceso el: 30 jun. 2022.

[5]. La selección de los domicilios se realizó considerando la estratificación de la ciudad de Río de Janeiro en dos grupos (a partir de las tasas de homicidio por Áreas Integradas de Seguridad Pública): «Zona Sur» y «Zona Norte» de la ciudad. Las AISP corresponden a los territorios de actuación y responsabilidad conjunta de las policías ostensivas (Policía Militar del Estado de Río de Janeiro – PMERJ) y judicial (Policía Civil del Estado de Río de Janeiro – PCERJ), compatibilizando el área de un Batallón de PMERJ y Comisarías de Policía de PCERJ. Del total de entrevistas realizadas, 902 se realizaron en la Zona Norte y 249 en la Zona Sur de Río de Janeiro; 572 eran hombres y 579 mujeres.

[6]. Para más detalles sobre el Análisis de Componentes Principales véase Hair et al. (2009).

[7]. El método de extracción de los factores usado fue el de componentes principales y la rotación se realizó por el método ortogonal de Varimax. La rotación se refiere al método matemático que rota los ejes en el espacio geométrico, lo que hace más fácil determinar cuáles variables se cargarán en cuáles componentes, es decir, cuáles variables son semejantes entre sí. El tipo de rotación ortogonal Varimax minimiza el número de variables que presentan carga en cada factor.

[8]. Comunalidad es la proporción de la variancia para cada variable incluida en el análisis que se explica por los componentes extraídos.

[9]. El factor 2 (Derecho del hombre sobre la mujer) fue creado conteniendo dos variables, de las que «El hombre y la mujer deben decidir juntos el tipo de anticonceptivo que van a usar» presenta el movimiento contrario, cuanto más negativo, más los hombres están de acuerdo con la afirmación. Es posible que esta afirmación tenga interpretación ambigua. Muchos hombres pueden haber interpretado esta afirmación no por sentirse parte de la decisión del método contraceptivo a ser usado por la pareja, sino por considerarla como una imposición, principalmente por la negación de uso de algún método, como, por ejemplo, el condón. De hecho, una encuesta realizada en un hospital de Belo Horizonte (Marcolino y Galastro, 2001, p. 79) constató que aún hay una gran resistencia por parte de los hombres con relación al uso del condón.

[10]. De las variables que contemplan los cuidados de los hijos, los hombres tenían la opción de responder si eran ellos o las parejas los principales responsables del cuidado diario de los niños, quedarse con el niño cuando está enfermo, recoger a los niños en la escuela y llevar a los niños a actividades de entretenimiento. Los hombres recibieron instrucciones para responder con qué frecuencia realizaban las siguientes actividades: jugar; cocinar o preparar alimentos; cambiar pañales o las ropas; dar baño; realizar ejercicio físico o jugar al aire libre, y ayudar con las tareas escolares.

[11]. Actualmente la licencia de paternidad en Brasil es de cinco días, y se puede prorrogar a veinte en cargos públicos o en empresas ciudadanas, mientras que la licencia de maternidad es de cuatro meses, pudiendo ser prorrogada a seis.